Un soldado norcoreano abandonó el domingo su hermético país y cruzó a Corea del Sur a través de la llamada Zona Desmilitarizada, el tajo fuertemente vigilado que parte en dos la península desde el final de la Guerra de Corea (1950-53). El ejército surcoreano, siguiendo el protocolo habitual, tomó bajo su custodia al desertor, según informó en un comunicado el Estado Mayor Conjunto de Corea del Sur, en el que explica que el fugitivo fue rastreado y monitorizado en todo momento.
El desertor, siguiendo los protocolos habituales, se encuentra bajo investigación de las autoridades militares de Seúl
Un soldado norcoreano abandonó el domingo su hermético país y cruzó a Corea del Sur a través de la llamada Zona Desmilitarizada, el tajo fuertemente vigilado que parte en dos la península desde el final de la Guerra de Corea (1950-53). El ejército surcoreano, siguiendo el protocolo habitual, tomó bajo su custodia al desertor, según informó en un comunicado el Estado Mayor Conjunto de Corea del Sur, en el que explica que el fugitivo fue rastreado y monitorizado en todo momento.
El soldado del Norte ―que expresó su intención de desertar al ser interrogado, según recoge la prensa local surcoreana― se encuentra “bajo investigación” para conocer los motivos de su desplazamiento hacia el Sur. En el comunicado, el mando militar de Seúl asegura que no ha registrado “movimientos inusuales” del ejército norcoreano.
Se trata de la tercera deserción desde que Lee Jae-myung asumió el Gobierno en junio, y la primera que involucra a un soldado. Un civil cruzó previamente la línea divisoria entre ambos países el 3 de julio, y otro civil fue rescatado al sur de la linde en aguas neutrales del río Han el 31 de julio, de acuerdo con el diario Hankook Ilbo.
Este tipo de cruces de frontera entre las naciones rivales son considerados muy peligrosos. Uno se juega la vida al atravesar la Zona Desmilitarizada, una frontera de 248 kilómetros de largo y cuatro de ancho repleta de minas, trampas antitanque y verjas con alambre de espino. En esta rémora de la Guerra Fría, hay tropas desplegadas a ambos lados. Y los norcoreanos han llegado a abrir fuego contra los fugitivos de su propio país.
A pesar de ello, las deserciones del país que rige con puño de hierro Kim Jong-un no son del todo infrecuentes, aunque la mayoría escapa hacia China antes de intentar dar el salto a Corea del Sur desde la República Popular o a través de un tercer país. Desde 1998, más de 34.000 desertores norcoreanos han entrado en Corea del Sur, según cifras del Ministerio de Unificación de Corea del Sur.
La cifra de fugitivos que buscan emprender una nueva vida en el sur alcanzó cotas máximas en 2009, rozando los 3.000 huidos. Pero cayeron de forma drástica en 2020, cuando el Norte incrementó los controles y cerró su contacto con el exterior durante la pandemia de covid. En 2024 se registraron 236 deserciones; van 96 en 2025.
Algunos de quienes huyen, han contribuido a formarse una idea de la situación en su país, del que apenas salen noticias, más allá de la bombástica propaganda oficial. El último informe sobre Corea del Norte del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, publicado en septiembre, se fundamenta, entre otras cosas, en entrevistas con 314 víctimas y testigos que abandonaron el país entre 2014 y 2025.
El documento constata que el Gobierno de Corea del Norte ha “ampliado considerablemente” la aplicación de la pena de muerte en la última década, ha llevado a cabo ejecuciones, incluso por consumir o difundir información extranjera (como publicaciones, películas, series o música) procedente de naciones “hostiles”, y ha continuado “ejerciendo un control total sobre la población y restringiendo gravemente el disfrute de los derechos y libertades fundamentales”.
El informe añade que las penas por cruzar ilegalmente la frontera han aumentado desde 2020: los sospechosos que intentan desertar son condenados a un mínimo de cinco años de prisión. Y explica que desde la apertura parcial de las fronteras en 2023, cientos de personas que han tratado de escapar vía China han sido repatriadas, lo que supone un incumplimiento de las ”obligaciones de no devolución” por parte de Pekín. Según la ONU, “ninguna otra población está sometida a tales restricciones en el mundo actual”.
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