Los demócratas buscan la fórmula ante el desorden global

La marea parece desbocada, e imparable. La lista de amenazas y desperfectos es larga. Las potencias depredadoras, la crueldad como método y estilo político, las guerras despiadadas en Europa y Próximo Oriente, las sociedades polarizadas, una extrema derecha a las puertas del poder, el espectro de la dictadura de los algoritmos. Las democracias, a la defensiva, buscan preservar lo que pueda guardarse el viejo orden, liberal y multilateral. O al menos reformarlo.

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Felipe VI interviene durante la segunda jornada del WIP, este martes en Barcelona.El presidente de PRISA, Joseph Oughourlian (izquierda), y Edouard Philippe, ex primer ministro francés.

Dmytro Kuleba, exviceprimer ministro para la Integración Europea y Euroatlántica de Ucrania, charla telemáticamente con Josep Borrell, ex alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y exvicepresidente de la Comisión Europea, durante la segunda jornada del WIP. De Ucrania y Gaza a las amenazas de los algoritmos, el foro World In Progress plantea las angustias y las respuestas a la “deriva histórica” del mundo actual  

La marea parece desbocada, e imparable. La lista de amenazas y desperfectos es larga. Las potencias depredadoras, la crueldad como método y estilo político, las guerras despiadadas en Europa y Próximo Oriente, las sociedades polarizadas, una extrema derecha a las puertas del poder, el espectro de la dictadura de los algoritmos. Las democracias, a la defensiva, buscan preservar lo que pueda guardarse el viejo orden, liberal y multilateral. O al menos reformarlo.

El foro World In Progress (WIP) —organizado por Prisa, grupo editor de EL PAÍS— concluyó este martes después de dos días de diálogo en Barcelona entre líderes políticos y diplomáticos, intelectuales y dirigentes del sector privado. La segunda y última jornada fue una reflexión sobre las soluciones y fórmulas ante el desorden planetario. También un concentrado de todas estas angustias. De la guerra de Rusia en Ucrania al incierto alto el fuego en Gaza. De la parálisis internacional de Europa al ascenso populista. De la revolución tecnológica de la inteligencia artificial a las discusiones sobre si esta puede condenar o salvar a la humanidad (o ambas a la vez)…

Felipe VI habló en su discurso ante el foro de Barcelona de una “deriva histórica”. Es la deriva de un mundo en el que “el diálogo y la cooperación ya no pueden darse por sentados” y “donde están al orden del día la competencia por los recursos, la persistencia de conflictos irresueltos”. El momento 1989, este instante estelar —y a la larga, ilusorio— en el que cayó el Muro de Berlín, el bloque soviético se derrumbó y la democracia liberal parecía triunfante, cuando Fukuyama proclamó el “fin de la Historia”, queda lejos. Hoy vivimos, dijo el Rey, “el fin del fin de la Historia”.

Y, sin embargo, según el monarca español, “hay ciertos elementos del orden mundial que [hay que] preservar a toda costa, porque son el entramado ético sin el cual las relaciones entre los Estados no tendrían más brújula ni sustento que la vieja y cansina lucha por el poder”. “Cualquier alternativa sencillamente es peor”, avisó. Hablaba del sistema fundado en los derechos universales. Pero también de la legalidad internacional, las instituciones internacionales y el libre comercio… Casi sonaba como un programa que probablemente la mayoría de participantes habría suscrito. Son principios que se dieron por hechos y que, en la era de los Trump, Putin, Xi y Netanyahu, se ven sometidas a un acoso y derribo insólito en décadas.

Hay un país europeo donde estas tensiones son más visibles que en otros estos días. Es Francia, donde la sucesión de primeros ministros (tres en un año), la debilidad del presidente, Emmanuel Macron, la hegemonía en los sondeos del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen y la deuda descontrolada lo convierten en un eslabón débil de Europa. “Sucede algo que no habíamos visto desde hace tiempo”, explicó en Barcelona el exprimer ministro Édouard Philippe, “y es una conjunción entre una crisis política bastante profunda y una crisis económica duradera, también”.

¿Es inevitable la victoria de la extrema derecha en las elecciones presidenciales de 2027?, le preguntó Joseph Oughourlian, presidente del Grupo Prisa, durante la conversación que mantuvo con él. La pregunta se la formula toda Europa y medio mundo. Y Philippe, el más destacado de los aspirantes al Elíseo en el centroderecha y antiguo aliado de Macron, respondió: “Son los favoritos. ¿Ganarán?”. Él mismo se respondió diciendo que pueden pasar muchas cosas hasta el voto, pero añadió: “Yo no creo que [su victoria] sea inevitable, pero pienso que es lo más probable, si hubiese que hacer una apuesta”.

El realismo de este candidato presidencial, que ha pedido a Macron que se aparte para desatascar la crisis, es crudo. Realista, podría decirse, o lúcido. El momento lo exige. Como dijo en su intervención el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, la realidad es hoy “difusa, difícil de capturar”. “Nos cuesta leer las cosas, entonces tenemos que ser muy ágiles”, resumió Escrivá, que hablaba de la política monetaria pero podría estar hablando de un mundo que a veces parece ilegible.

“La sensación de disfrutar es casi tan grande como la sensación de angustia”, resumió el término de las jornadas de Barcelona el escritor colombiano, y articulista de EL PAÍS, Juan Gabriel Vásquez, quien reflexionó sobre los algoritmos y la polarización. “Hemos pasado de la promesa de las redes sociales como espacio democrático”, dijo, “en el que la conversación dejaba de ser vertical y jerarquizada para convertirse en una conversación horizontal y donde tenían voz los que no la habían tenido, a un enorme mecanismo de manipulación colectiva, el mayor que hayamos visto los seres humanos”.

Algunos de los mensajes de optimismo —o al menos de voluntarismo— se escucharon curiosamente en boca de representantes de algunos de los más castigados por las guerras. “Detener la matanza genocida fue un buen principio”, dijo el embajador palestino Afif Safieh, en alusión al alto el fuego impulsado por Donald Trump. “Pero solo un buen principio”, precisó. El ministro español de Exterores, José Manuel Albares, explicó que otro de los intervinientes en el WIP, Philippe Lazzarini, jefe de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, le contó cómo le había quedado en la memoria la imagen de una niña gazatí pidiéndole pan. Y añadió: “Corremos el riesgo que lo terrible, si es habitual, acabe convirtiéndose en lo normal… Que nos acostumbremos a esas imágenes de dolor y de destrucción… Por eso es tan importante movilizarse por Palestina y por Ucrania”.

No son conflictos exóticos: conectado desde Ucrania, el exministro de Exteriores de este país, Dmytro Kuleba, dialogó por videoconferencia con su amigo Josep Borrell, exjefe de la diplomacia de la UE y presente en Barcelona, y lanzó un mensaje a Barcelona y al resto de Europa. “A aquellos europeos que sigan creyendo que las guerras pasan en Ucrania, en los Balcanes, en Moldavia, en el Cáucaso, en Oriente Medio, pero que nunca llegarán a vuestras calles… estáis cometiendo un gran error”, dijo Kuleba. Ante la posibilidad que Trump pacte con Vladímir Putin y abandone a su país, declaró: “Mientras Ucrania y Europa están unidas, nada nos romperá. Ni el presidente Trump ni Putin ni ambos juntos si lo intentan”.

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