Gaza, vértice geopolítico

Lo que ocurre en Gaza no es un hecho aislado. Tendrá tantas consecuencias geopolíticas como la invasión de Ucrania. Los ataques de Hamás y la respuesta israelí; el debilitamiento del “eje de la resistencia” construido por Irán desde Líbano a Yemen; los ataques a sus instalaciones nucleares con la involucración de EE UU, son la clase de acontecimientos disruptivos que marcan un antes y un después en la Historia. En Oriente Próximo, unos actores, como Irán, se han debilitado, y otros, como Arabia Saudí, emergen.

Seguir leyendo

 Frente a los nuevos planes de Netanyahu se oye el mismo coro de voces indignadas que cuando se pedía que no invadiera Rafah. Pero lo hizo y no se tomó ninguna medida  

Lo que ocurre en Gaza no es un hecho aislado. Tendrá tantas consecuencias geopolíticas como la invasión de Ucrania. Los ataques de Hamás y la respuesta israelí; el debilitamiento del “eje de la resistencia” construido por Irán desde Líbano a Yemen; los ataques a sus instalaciones nucleares con la involucración de EE UU, son la clase de acontecimientos disruptivos que marcan un antes y un después en la Historia. En Oriente Próximo, unos actores, como Irán, se han debilitado, y otros, como Arabia Saudí, emergen.

Ante el plan de ocupación integral de Gaza anunciado por Netanyahu, es de temer que en el Consejo de Seguridad, una vez más, las propuestas de unos serán vetadas por otros. Y las resoluciones de la Asamblea General, que ya votó por abrumadora mayoría que Israel rindiese cuentas de su actuación en Gaza, no tienen ninguna capacidad ejecutiva.

Nadie parece ser capaz de detener a Netanyahu en su huida hacia adelante, con el objetivo proclamado de “destruir a Hamás”. Pero dos años después de su ataque terrorista, con el 80% de las infraestructuras de Gaza destruidas y cuando ya no queda ningún sistema que provea servicios mínimos a una población hambrienta, más bien se trata de salvar la coalición con sus socios ultraortodoxos. Exigen continuar con una masacre que conduzca al vaciado de Gaza, y con la expansión, siempre retóricamente condenada y nunca sancionada, de las colonias en Judea y Samaria, tierra prometida por Dios al pueblo de Israel. A ver si los que vivían allí y no huyeron, junto con otros 700.000, cuando la Nakba de 1948, se enteran. Y ya se sabe que la letra con la sangre entra.

Frente a la decisión de tomar Ciudad de Gaza, oímos el mismo coro de voces indignadas que cuando se pedía, por las mismas razones, que no se invadiera Rafah, en el sur de la Franja. Pero se hizo, con las consecuencias previstas. Y no tomamos ninguna medida. Entonces, los EE UU de Biden también se oponían. Pero esta vez solo los países árabes y los europeos, y no todos, han expresado su condena. Trump está en lo de Ucrania y la Riviera puede esperar. Tendrá que hacerlo para retirar los millones de toneladas de escombros causados por una potencia explosiva equivalente a tres veces la de Hiroshima. Unos 10 años, calcula la ONU.

El presidente del Consejo Europeo ha dicho que “algo tendría que cambiar en la relación con Israel”. La Presidencia de la Comisión sigue expresando deseos de que las cosas vayan mejor, y que Israel tiene el derecho a defenderse respetando el derecho internacional. Pero excluyendo preguntarse si tal cosa ocurre, porque si así fuera, debería proponer la suspensión del Acuerdo de Asociación. Para hacerlo en su parte comercial no necesita la unanimidad de los Estados.

Alemania ha suspendido la exportación de material militar. Es la segunda proveedora después de EE UU. Tarde para muchos palestinos que corren detrás de un paracaídas, peleándose entre ellos como animales hambrientos, esperando que no los tiroteen. Tarde para muchos niños cuyo normal desarrollo ya ha sido dañado irreversiblemente por las carencias que han sufrido.

Al menos ya no se publican esas viñetas de un barco con la bandera europea rumbo a Gaza y el capitán pidiendo a los marineros que no se confundan, las cajas de babor son bombas para Israel y las de estribor son vendas y medicinas para los palestinos.

Que Alemania y otros países, entre ellos España, que ha salvado su responsabilidad en esta triste historia, sean capaces de conseguir que Israel autorice usar esos medios, tan limitados como ineficaces, es la demostración de que la vía natural está artificialmente cerrada. En circunstancias normales, y estas no son normales, hacen falta 600 camiones diarios para alimentar a los más de dos millones de gazatíes. Los lanzamientos son el equivalente de 20. Y hay 6.000 haciendo cola para entrar. No es un cuento pro Hamás, porque yo los he visto, como he visto los montones de cajas con barras de proteínas que no se dejan pasar, ni en los mejores días, porque se consideran productos de lujo.

Y ahora el millón de habitantes de la ciudad de Gaza tendrán otra vez que ser evacuados a la fuerza hacia un destino no se sabe dónde en un territorio martirizado. Los rehenes israelíes estarán más expuestos y abandonados a su suerte. Aumentará el aislamiento diplomático de Israel, y también el número de los que se van. Israel está perdiendo sus fuerzas vivas y su relación con la diáspora judía. Y se reducirán a cero las esperanzas de un reglamento político, si es que todavía existían.

Los responsables militares, a través del jefe del Estado Mayor, se han opuesto a esta medida. Es importante esa discrepancia en un país construido en torno a su ejército, donde las decisiones han sido tradicionalmente tomadas conjuntamente por los militares y los políticos. Marca la ruptura de un país dividido, tan dividido que algunos aventuran que estas divisiones entre los dos Israel, el laico y el ultraortodoxo, acabaran provocando un enfrentamiento abierto.

Muchas voces expresan su rechazo a continuar una guerra que Israel no puede ganar y que no tiene ya una justificación militar. Como la de Elie Barnavi, exembajador de Israel en Francia, o la del célebre escritor David Grossman, u Omer Bartov, una destacada autoridad mundial en el Holocausto; ya no tienen reparos en utilizar la palabra genocidio para referirse a lo que su Gobierno está haciendo en Gaza, la más negra página de la historia de Israel, que viola sus principios fundacionales.

Pero Netanyahu sigue manejando el lápiz con el que se escribe esta historia. Y los Estados europeos que deshojan las razones y oportunidades para comprometerse con la solución de dos Estados reconociendo ahora el de Palestina, acabarán reconociendo solo un cementerio.

Queda por ver si Israel será capaz de vencer su hybris y aprovechar sus victorias militares para construir la paz. Dependerá de lo que haga el resto del mundo. Y desde luego no será con Netanyahu.

 Feed MRSS-S Noticias

Te puede interesar