Eitetsu Nishikawa, un taxista tokiota de 58 años, considera injusta la “facilidad” con la que los extranjeros están consiguiendo un permiso de conducir en Japón. Opina que esta situación podría convertirse en un grave problema e incluso amenazar su puesto de trabajo. Sostiene que las tasas de criminalidad han aumentado debido al incremento de la inmigración y el turismo en los últimos años y que “solo irá a peor” si no se da un giro al volante. Nishikawa se siente desencantado con la política de su país, que está “atravesando un largo periodo de decadencia”.
Los expertos asocian el auge del partido ultranacionalista Sanseito con una crisis de confianza tras décadas de estancamiento económico
Eitetsu Nishikawa, un taxista tokiota de 58 años, considera injusta la “facilidad” con la que los extranjeros están consiguiendo un permiso de conducir en Japón. Opina que esta situación podría convertirse en un grave problema e incluso amenazar su puesto de trabajo. Sostiene que las tasas de criminalidad han aumentado debido al incremento de la inmigración y el turismo en los últimos años y que “solo irá a peor” si no se da un giro al volante. Nishikawa se siente desencantado con la política de su país, que está “atravesando un largo periodo de decadencia”.
Hace pocos meses, Nishikawa se topó en YouTube con un hombre “carismático”, “magnético” y que “dice alto y claro lo que los japoneses no se atreven a decir”: Sohei Kamiya, el fundador de la formación política Sanseito, que promueve una agenda basada en el lema “Japón primero”. El propio Kamiya ha afirmado que se inspiró en el “atrevido estilo político” del presidente estadounidense, Donald Trump, y su movimiento MAGA (Make America Great Again). “Es muy inteligente, su cerebro trabaja muy rápido”, describe Nishikawa a Kamiya.
La política japonesa ha sido, generalmente, un terreno predecible, casi monótono, donde rara vez ocurre algo que sacuda los cimientos del sistema. El conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) es, desde su fundación en 1955, la opción que ha gobernado el país del sol naciente prácticamente de manera ininterrumpida. Solamente no lo ha hecho en dos breves periodos: entre 1993 y 1994 y de 2009 a 2012. Pero ese letargo institucional se tambalea a un ritmo cada vez más intenso.
El PLD y su aliado tradicional, el minoritario Komeito, perdieron en los comicios parciales de julio la mayoría que ostentaban en la Cámara alta de la Dieta (el Parlamento nipón), lastrados por el avance de formaciones de corte populista, que promueven discursos xenófobos, machistas, e incluso defienden teorías de la conspiración.
El revés electoral se suma al que se produjo en octubre del año pasado, cuando la coalición perdió la mayoría en la Cámara baja, y confirma que la oleada global de nacionalismo y la expansión de fuerzas alineadas con postulados excluyentes están ganando terreno en Japón.
Aunque partidos consolidados de la oposición, como el Partido Constitucional Democrático o el Partido de la Innovación de Japón han sabido capitalizar el descontento generalizado con el Gobierno desde hace un tiempo, el impulso que ha cogido Sanseito ilustra de forma especialmente clara cómo ese malestar se está canalizando hacia opciones ultranacionalistas. Con solo cinco años de vida, Sanseito acumula ya 18 escaños entre las dos cámaras legislativas (15 en la alta y 3 en la baja) y 151 en asambleas municipales. Y su líder despierta pasiones y rechazos a partes iguales.
Kamiya, de 47 años, entró en política con el objetivo de “educar y cambiar la actitud de la gente joven”, cuenta en su blog. Antiguo gerente de supermercado y exreservista de la Fuerza Terrestre de Autodefensa de Japón, fue elegido miembro de la Asamblea municipal de Suita (prefectura de Osaka) en 2007. En 2012 se presentó a las elecciones a la Cámara baja como candidato del gobernante PLD, recibiendo incluso el auspicio del entonces primer ministro Shinzo Abe. Pero fue derrotado y, poco después, abandonó el partido.
Un año más tarde abrió su canal de YouTube, en el que comparte su visión sobre lo que ha denominado “gran estrategia nacional”. Actualmente cuenta con casi medio millón de suscriptores. Sus contenidos ensalzan los valores tradicionales y la “verdadera identidad japonesa” (con especial énfasis en el sintoísmo, la religión autóctona y más antigua del país), y alertan de la amenaza que representan los países vecinos (especialmente China).
Aunque Sanseito se estableció oficialmente como partido político en 2020, su modelo se empezaría a gestar en 2018, cuando Kamiya puso en marcha el seminario Ishiki kaikaku daigaku (“universidad para reformar la mentalidad”) para “ofrecer la información que no está disponible ni en escuelas ni en medios de comunicación”, anunció. Contaba con la participación de expertos en diversas áreas y su precio rondaba los 700 euros por seis meses.
Una investigación del rotativo Asahi Shimbun destaca que los cursos incluían temas como “¿Fue Hitler realmente un gran mal?”, “Delitos cometidos por extranjeros que visitan o residen en Japón”, “Privilegios especiales para los zainichi (coreanos residentes)” o “¿Por qué ahora es el momento de despertar el Tamato-damashii (espíritu japonés)?”. El programa sirvió para tejer una amplia red de contactos que más adelante ampliaría la base de apoyo del partido, según explicó un exdirigente al citado periódico.
Sanseito (literalmente “Partido para Participar en Política”) emergió en plena pandemia de covid y a través de un reclutamiento de “voluntarios con un fuerte sentido de la crisis de nuestro valioso país”, según se indica en su página web. Al ingresar en ella, destaca el mensaje “¿No tienes un partido por el que votar? Entonces hemos nacido para ti”.
La formación ganó su primer escaño en 2022, para la Cámara alta, que ocupó Kamiya. Japón seguía sufriendo entonces las consecuencias de la pandemia, y el rechazo a las medidas sanitarias y la defensa de la “libertad” de no llevar mascarilla ni vacunarse se convirtieron en la banderas de su discurso electoral.
Hiroyuki Nagayama, profesor del departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Hiroshima, indica que el crecimiento de la ultraderecha en Japón se debe a que no han llegado al Gobierno. “La gente los percibe como una alternativa al poder establecido, por eso creen que cabe la posibilidad de que hagan algo distinto y depositan en ellos grandes esperanzas”, puntualiza.
Votantes jóvenes
Más del doble de votantes menores de 30 años se decantaron por Sanseito frente a quienes eligieron al PLD en los últimos comicios, según los medios locales. Este periódico intentó recabar la opinión de estos grupos en Tokio, pero las respuestas más habituales fueron: “No pienso nada al respecto” y “no sé de política” –aunque más de uno dejó escapar una risita nerviosa al oír los nombres de Kamiya o Sanseito–.
EL PAÍS visitó el pasado jueves una de sus sedes en la capital nipona, ubicada en un edificio de oficinas del barrio de Akasaka. En el pequeño recibidor había orquídeas blancas con mensajes de felicitación, y un par de carteles. Uno de ellos muestra a varios personajes dibujados con estética anime: dos hombres y dos mujeres uniformados en el centro y escudados por varios samuráis, emperadores y soldados kamikaze. En el texto se lee “Ahora es nuestro turno” y “¡Dejad de destruir Japón!”.
Una mujer de mediana edad invita amablemente a dejar la tarjeta de contacto. Ella, dice, no está en posición de hablar con la prensa y no hay nadie más para atender a periodistas. Los correos que este diario envió en los días previos para concertar una entrevista no han recibido respuesta.
El taxista Nishikawa admite que no conocía la existencia de Sanseito hasta las últimas elecciones. Pero tras ver en acción a su líder, supo qué papeleta introduciría en la urna. “Kamiya presenta buenas políticas para proteger a Japón”, afirma con gesto serio mientras asiente con la cabeza, aunque no detalla cuáles. Nishikawa espera “por las nuevas generaciones” que un partido distinto al PLD “devuelva la grandeza” a su país.
El sociólogo Tadamasa Kimura, profesor en la Universidad Rikkyo de Tokio, señala que el auge de este movimiento “no se debe a un simple arrebato de populismo”. “Es una reacción. [Los votantes] no están eligiendo una figura o formación concreta, sino votando en contra de un sistema político que les ha fallado”, argumenta.
“Estamos ante una profunda crisis de confianza en absolutamente todo”, declara Kimura. Y, en ese contexto, surge la tendencia de “percibir que las minorías se están beneficiando injustamente de su estatus”. Eso, a su vez, genera la necesidad emocional de “ser leal a su propio grupo y respetar las tradiciones”, apunta este experto, que lleva dos lustros analizando la opinión pública de los japoneses a través de internet. Ha comprobado que las personas de entre 20 y 45 años “están frustradas con lo que tienen, y con lo que quieren ser y no pueden”, y lo relaciona con las tres décadas de estancamiento económico que pesan sobre Japón.
De un primer alegato negacionista, Sanseito ha pasado a colocar ahora en el centro del debate político la inmigración, y culpa al PLD de aprobar políticas que acarrean una “invasión silenciosa de extranjeros”.

Japón ha flexibilizado en los últimos años las leyes migratorias en un intento de aumentar la mano de obra ante el rapidísimo envejecimiento de su población. Según datos oficiales, en 2024 se alcanzó un récord de 3,8 millones de residentes extranjeros en el país. Y aunque la cifra apenas representa el 3% de la población total, supone un aumento del 10,5% interanual. El ministro de Justicia, Keisuke Suzuki, estimó la semana pasada que, para 2040, esa proporción podría superar el 10%.
El número de turistas también marcó un máximo histórico el año pasado, con 36,9 millones de visitantes. Aunque las tasas de criminalidad han aumentado durante dos años consecutivos, los analistas lo atribuyen a que la base comparativa era muy baja, ya que el número total de incidencias se desplomó durante la pandemia. En las redes sociales, sin embargo, circula el mensaje de que Japón pasará a ser “una colonia” si no se resiste a la “presión extranjera”, como ha proclamado Kamiya.
El político también hace alusión con frecuencia a uno de los entes favoritos de los seguidores de Trump: el “Estado profundo”, una suerte de aparato estatal en la sombra que opera de forma encubierta para manipular a la Administración. En lo relativo a la economía, Sanseito promete recortes de impuestos y una expansión del gasto público financiada principalmente a través del endeudamiento.
En su hoja de ruta tampoco faltan las críticas a las políticas en igualdad de género, que “solo han servido para reducir la natalidad”, y propone como alternativa que las mujeres con hijos reciban un bono cuantioso para que abandonen el trabajo formal y se dediquen a la crianza. Como parte de ese enfoque retrógrado, Sanseito también aboga por derogar la ley contra la discriminación del colectivo LGTBIQ+ y niega el matrimonio igualitario. Kamiya ha sido recibido en varias ciudades con protestas de colectivos ciudadanos que rechazan sus posturas.
Marimoto Haruko, de 57 años, ha votado a Sanseito. Tradicional simpatizante del PLD, está “muy descontenta” con el partido, especialmente desde que “no hay referentes como Abe”, asesinado en 2022. Su mandato –en dos etapas, de 2006 a 2007 y de 2012 hasta 2020– ha sido el más longevo en la historia moderna del país, durante el que se impulsó una agenda conservadora y nacionalista que combinó el fortalecimiento del papel internacional de Japón con reformas económicas de corte liberal.
“Mucha gente quiere trabajar y no puede”
Haruko opina que el Ejecutivo de Shigeru Ishiba “vela más por los intereses de los chinos que de los japoneses”. Trabaja en el sector inmobiliario. Está satisfecha con su situación económica, pero no es el caso de sus compañeras jóvenes, contratadas en condiciones muy precarias.
“Hay mucha gente que quiere trabajar y no puede, se está volviendo difícil sobrevivir”, remarca. Haruko vincula esa situación con la inmigración, y particularmente de la comunidad kurda, que comenzó a formarse en la década de 1990 pero ha aumentado exponencialmente desde los terremotos de Turquía en 2023. Se dedican principalmente a la construcción y realizan tareas de demolición, más peligrosas.
Aunque el número de kurdos en Japón es muy reducido (alrededor de 3.000, menos del 0,1% de todos los extranjeros), su presencia ha generado una atención mediática desproporcionada, que ha ido acompañada de un notable repunte de la hostilidad. En Kawaguchi, una ciudad dormitorio cercana a Tokio (600.000 habitantes), viven casi la mitad de ellos. Allí, la proporción de residentes extranjeros es del 8,27%, casi el triple que la media nacional. La gran mayoría son de origen chino (53%), que regentan restaurantes, supermercados y pequeños comercios. Sanseito fue la fuerza más votada en las últimas elecciones en Kawaguchi.
Yoshiro Nakamura es el director del Centro para la colaboración y coexistencia multicultural de esa localidad, además de profesor de japonés para los extranjeros de su barrio. Le apena que en los dos últimos años “hayan aumentado los discursos violentos”. “No solo Sanseito, todos los partidos han propuesto políticas migratorias duras para captar votos. La tendencia general es de exclusión”, describe, y añade que en Kawaguchi la convivencia, por lo general, fluye sin altercados.
Pese a los malos resultados del PLD y a este telón de fondo, al sociólogo Kimura le cuesta imaginar un cambio radical en el tablero político japonés. “Los votantes están proyectando sus propios deseos en Kamiya, pero creo que Sanseito no será capaz de cumplir las expectativas y se desinflará, como ha pasado con otros que vinieron antes”, vaticina. “La sociedad japonesa tiene la capacidad de calmar y contener ese tipo de deseos extremos. No sé qué partido ni quién liderará la siguiente generación, pero me aventuro a decir que nos mantendremos en el centro”, reflexiona.
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