Avraham Burg, expresidente del Parlamento israelí: “Me pregunto si Israel sigue mereciendo su existencia”

Con el paso de los años, Avraham Burg (Jerusalén, 70 años) ha pasado de estar en la cumbre de la política israelí a sentirse totalmente alejado del rumbo de su nación. Algo más de dos décadas después de dejar su carrera política, el expresidente del Parlamento de Israel ha firmado esta semana junto con decenas de personalidades de su país un comunicado en el que reclaman al mundo sanciones a Israel. La declaración denuncia que el Estado judío “está contemplando la expulsión de millones de palestinos de la Franja” y, por ello, exige medidas contra los dirigentes israelíes hasta que implementen un alto el fuego permanente en el enclave.

Seguir leyendo

 El político en retiro, crítico del Gobierno de Netanyahu, denuncia las matanzas de civiles y la violación masiva de derechos humanos en el enclave palestino tras firmar una declaración para exigir al mundo “sanciones drásticas” sobre su propio país  

Con el paso de los años, Avraham Burg (Jerusalén, 70 años) ha pasado de estar en la cumbre de la política israelí a sentirse totalmente alejado del rumbo de su nación. Algo más de dos décadas después de dejar su carrera política, el expresidente del Parlamento de Israel ha firmado esta semana junto con decenas de personalidades de su país un comunicado en el que reclaman al mundo sanciones a Israel. La declaración denuncia que el Estado judío “está contemplando la expulsión de millones de palestinos de la Franja” y, por ello, exige medidas contra los dirigentes israelíes hasta que implementen un alto el fuego permanente en el enclave.

Yosef Burg, su padre, fue ministro del Gobierno de Israel durante décadas desde los primeros pasos del Estado y él fue parlamentario varios años durante el cambio de siglo. Pero hace tiempo que Burg muestra su desencanto con el camino por el que avanza Israel. En 2003, cuando grupos palestinos cometían atentados en ciudades israelíes en plena Segunda Intifada, Burg causó revuelo con un artículo en un diario israelí: “Después de que a Israel le hayan dejado de importar los niños palestinos, no debería de sorprender que vuelvan llenos de odio y se detonen en nuestros centros de escapismo”.

La identidad de Burg choca con el razonamiento de las autoridades israelíes, a quienes se acusa en ocasiones de mezclar la crítica a sus acciones con el sentimiento antisemita. Burg lleva la kipá sobre su cabeza y antes de presidir el Parlamento también encabezó la Organización del Sionismo Mundial y la Agencia Judía para la Tierra de Israel, dos entidades que impulsan la promoción de las ideas sionistas, la migración hacia Israel y la identidad judía. Hoy, como dice en una entrevista con este periódico por teléfono este viernes, se pregunta si su país “que ahora desafía las mismas normas internacionales que lo hicieron nacer, ha perdido el derecho a existir”.

Pregunta. ¿Cómo se gestó la declaración para pedir sanciones contra Israel?

Respuesta. No hay una organización detrás. Somos un grupo de individuos. A veces hacemos alguna acción conjunta, ya sea una petición, un artículo o nos encontramos en manifestaciones.

P. ¿Los signatarios son de un mismo campo político?

R. Compartimos el mismo sistema de valores basado en la humanidad, en oponerse a la guerra, en resistir la política del actual Gobierno de Israel en Gaza. No sé quién vota a quién. En Israel todavía —y subrayo ese todavía— tenemos el voto secreto.

P. ¿Qué repercusión tuvo la declaración en Israel?

R. No mucha. La cacofonía política en Israel solo va por detrás de la de Washington. Los titulares cambian cada cinco minutos entre las provocaciones de los ministros o las muertes en Gaza, y ya nadie presta atención a los detalles. A nivel personal, en la calle o por teléfono, fue un poco más desagradable. Pero así es la vida.

P. Quienes firmaron son una minoría.

R. Somos una minoría porque el Gobierno aún goza de un apoyo de algo más del 50%, y la ideología que yo apoyo [el Partido Laborista] tiene un espacio muy pequeño en la esfera pública.

Aun así, la mayoría del electorado apoya el regreso de los cautivos y el fin de la guerra. Nosotros fuimos un paso más allá y planteamos que para lograr esos objetivos se requieren sanciones contra el Gobierno, porque es un gobierno de criminales. La mayoría de los israelíes no entienden que Israel se ha convertido en un Estado paria debido a este Gobierno.

P. Usted estaba en política cuando aún se veían partidos políticos israelíes empleando términos como “antiocupación” o “paz” en campaña electoral. Eso ya no ocurre. ¿Qué ha pasado?

R. Es una larga historia. Se puede decir que tiene que ver con la combinación de tres elementos. El primero son las dinámicas internacionales, con democracias liberales moviéndose hacia una política iliberal. Ocurre en Estados Unidos, Alemania, Austria, Polonia, Hungría. Eso sin contar a [Vladímir] Putin y [Recep Tayyip] Erdogan. Israel se ha unido a ese club antiliberal de dudosa reputación.

El segundo es el hecho de que los colonos han tomado el control —o diría, incluso, secuestrado— del sistema político. Son una minoría en población y en presencia política, pero tienen un enorme impacto en el ejército y en el sistema político. No creen en la democracia ni en la paz, sino en una política mesiánica escatológica.

El tercero es el primer ministro. Benjamín Netanyahu es el peor líder que el pueblo judío jamás haya tenido. Es un prisionero débil en manos de los extremistas de su propio Ejecutivo, y no gobierna bajo el interés del bien común. Lo que le mueve es su interés personal y su codicia.

P. Pero Israel ocupa Cisjordania desde 1967, antes de esas dinámicas globales, y otros dirigentes que no son Netanyahu han perpetuado la ocupación o las ofensivas contra los palestinos.

R. Desde los gobiernos laboristas de los setenta, ninguno de los Gobiernos en Israel tuvo el coraje ni las agallas para oponerse a los colonos. Siempre hubo un equilibrio entre el estatus internacional, las medidas de seguridad de Israel y el interés de los colonos. [Mientras se mantenía la ocupación] El primer ministro Menájem Beguin logró la normalización con Egipto e inició un proceso para negociar el futuro con los palestinos. Isaac Rabin hizo los Acuerdos de Oslo. Ariel Sharon, de extrema derecha, ordenó la retirada [de los colonos] de Gaza. Ehud Olmert, que nació en el seno del Likud [el partido de Netanyahu], hablaba de reconciliación.

Cada primer ministro intentaba mantener los asuntos internos, especialmente en lo que refiere a los asentamientos, mientras promovía alguna solución geopolítica. No hay duda que todos ellos son 50 matices diferentes de la misma ocupación derechista.

Pero el actual Gobierno de Netanyahu es algo distinto. Es la primera vez que un gobierno solo cuenta con elementos fanáticos de extrema derecha. No hay moderados. De repente, todo lo que era un problema se convirtió en un desastre. Todo lo que era solucionable, que estaba bajo control, se volvió maligno.

P. Usted escribió la semana pasada acerca del posible fin de Israel.

R. Me pregunto si Israel sigue mereciendo su existencia. La destrucción en Gaza demuestra la bancarrota moral de Israel. Un Estado que niega sistemáticamente los derechos de millones de personas, que justifica la matanza masiva como estrategia de seguridad y que eleva la supremacía judía al nivel de ideología, no puede reivindicar una legitimidad moral. Quizá, el Israel que se ha distanciado de sus valores fundacionales y que ahora desafía las mismas normas internacionales que lo hicieron nacer, ha perdido el derecho a existir.

P. ¿No hay forma de revertir esta tendencia?

R. En la historia judía, en política, el péndulo nunca se queda en uno de los costados. Cuando vuelva, es nuestro papel estar preparados para construir una realidad mejor. Y tengo la sensación de que ahora el mundo y la población local se dan cuenta de que el ciclo de matanzas y venganzas se agota por sí solo.

Además, el pueblo judío ha salido mejorado de cada desastre que ha padecido. Este desastre, por devastador y doloroso que sea para israelíes y palestinos, [dejará paso a un momento en el que] habrá fuerzas para decir “esto está mal, hagamos algo mejor a partir de esto”.

P. ¿Qué opina de la relación de Israel con Estados Unidos?

R. Creo que Estados Unidos son hoy una vergüenza y un problema para los estadounidenses y para sus amigos, que son los canadienses, los europeos y los israelíes. EE UU se mueve en la misma dirección horrible que Israel. Si EE UU será menos democrático, menos constitucional e irresponsable como lo es con esta presidencia, prefiero no tener ninguna relación con ese país antes que tener ese tipo de amistad.

P. ¿Ve a palestinos e israelíes viviendo sin muros de por medio aunque sea en dos Estados distintos?

R. Para mí, es simple. Yo no cuento Estados. Uno, dos, cinco, federación, confederación. Son estructuras institucionales. Yo cuento derechos. Y creo y lucho por una realidad en la que cada individuo y cada comunidad entre el río y el mar tengan los mismos derechos. Seguridad, libertad de movimiento, de expresión, de esperanza. No quiero un supremacismo judío que tenga todos los privilegios sobre los palestinos desfavorecidos. A partir de ahí, la estructura política es secundaria. Hacerlo no es posible, es necesario.

 Feed MRSS-S Noticias

Te puede interesar