Salud y Familia
Qué significa sufrir pesadillas por la noche, según la psicología
Las pesadillas son mucho más que simples sueños desagradables. Pueden reflejar preocupaciones profundas, estrés acumulado o experiencias que la mente intenta procesar mientras dormimos.

Escuchar lo que el sueño nos quiere decir puede ayudarnos a entendernos mejor y a resolver conflictos internos que ni siquiera sabíamos que teníamos. (Foto Prensa Libre: Freepik)
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Dalia Susana Argueta, psicóloga, agrega que las pesadillas son sueños que se sienten con más intensidad y muy cercanos a la realidad. “Podríamos decir que son sueños muy vívidos”, aclara.
La característica principal es que no son agradables: no generan emociones positivas ni sensaciones buenas en el cuerpo. Por el contrario, perturban, inquietan o frustran a quien las vive. Siempre van asociadas a emociones desagradables como tristeza, miedo y, en algunos casos, enojo. También pueden generar ansiedad. A diferencia de otros sueños, pueden llegar a ser tan perturbadoras que despiertan a la persona en pleno ciclo de sueño.
Por su parte, la psicóloga Daniela Ortiz también agrega que son sueños que tienen entrelazados ciertos temores y tensiones. Muchas veces reflejan situaciones no resueltas.
Por ejemplo, en niños pequeños puede aparecer el temor a que se mueran sus papás; entonces sueñan que los secuestraron o que les pasó algo. En esas edades es común este tipo de pesadillas.
Ya cuando somos más grandes, suelen estar relacionadas con situaciones no resueltas de nuestra vida cotidiana o con temores que tenemos. En personas con ansiedad, por ejemplo, pueden aparecer terrores nocturnos o parálisis del sueño: sienten que no pueden levantarse.
También están los sueños recurrentes, que pueden relacionarse con una pérdida o con el miedo a que nos pase algo. Todo eso forma parte de la vida, pero cuando se repite demasiado, hay que prestar atención.
¿Qué hacer después de una pesadilla?
Argueta dice que después de sufrir una pesadilla algo que puede ayudar es reconectar nuestros sentidos con la realidad, especialmente a través del tacto. Por ejemplo, mojarse las manos con agua fría.
En el caso de los niños, es común que reaccionen gritando, levantándose o buscando a mamá o papá. Ahí, un abrazo o el contacto físico es fundamental. También sirve que escuchen palabras de calma o música tranquila.
Algunas personas necesitan tomar agua o encender las luces para ver otra escena. Después de una pesadilla intensa, dormir de inmediato puede ser difícil, así que ayuda relajarse antes de volver a acostarse.
Las recomendaciones de antes siguen vigentes: tomar un vaso de leche tibia o un té de manzanilla antes de dormir ayuda a relajarse.
Lo más importante es aprender a diferenciar los espacios: lo que es del trabajo, que se quede en el trabajo; lo que es de casa, que se quede en casa. Y si hay un conflicto con la pareja o con alguien cercano, lo mejor es hablarlo antes de dormir, para no irse a la cama con tensión o miedo.
Esto disminuye la posibilidad de que aparezcan pesadillas, porque nuestro cerebro estará más tranquilo. No hay nada mejor que dormir en paz y con la conciencia tranquila, sabiendo que hicimos lo posible por resolver las situaciones del día.

¿Cuándo es un problema?
Ortiz refiere que existe un problema cuando se vuelve recurrente la pesadilla y empieza a afectar el descanso y el bienestar.
“Por ejemplo, si estoy preocupada por lo económico o por algo que puede pasar en el futuro, y esa preocupación se refleja en sueños que me despiertan agitada varias veces, y luego no puedo volver a dormir, ahí ya es un signo de alerta”, explica.
Si se suman varios síntomas —como taquicardia, pesadillas frecuentes, pensamientos constantes sobre un mismo problema o temor—, ya es momento de consultar a un profesional.
No es lo mismo tener una pesadilla aislada cada seis meses que tenerlas de forma recurrente. Muchas veces estos sueños se enlazan con lo que vivimos en el día a día, aunque no siempre lo notemos.
Para Argueta es necesario prestar atención a la higiene del sueño. Asegura que actualmente descuidamos mucho nuestros ciclos de sueño. “Puedo dormir diez horas, pero si la calidad del sueño es mala, mi ciclo circadiano se ve afectado. Esto puede aumentar la probabilidad de tener pesadillas”, comenta.
También es importante diferenciar entre niños y adultos. Los niños, por su etapa de desarrollo, tienen una gran capacidad imaginativa. Algunos pueden separar lo que ven en la televisión de la realidad, pero otros no. Si ven algo que les asusta, pueden llevar esa experiencia al sueño y transformarla en una pesadilla.
En la adultez es distinto: ya entendemos que lo que vemos en el cine es ficticio, a menos que vivamos una situación muy cercana a la realidad que nos impacte emocionalmente.
Pesadillas por estrés postraumático
Pasar por un evento impactante como robos, violaciones, abusos físicos, un accidente grave o un desastre natural podría provocar estrés postraumático. Este proceso hace la persona sienta temor extremo después del evento en el que generalmente no se puede poner resistencia porque la vida corre peligro.
Argueta refiere que las pesadillas son un factor a considerar en el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático. Se habla de una sintomatología ligada a un episodio traumático.
Cada persona se expresa de manera distinta, pero si las pesadillas son muy frecuentes —por ejemplo, dos veces por semana—, es una señal de alerta. No es lo mismo que tener una pesadilla una vez al mes.
También se relacionan con un estado de salud emocional o mental inestable. Pueden ser resultado de estrés constante, de un evento emocional muy frustrante o incluso de un trastorno de ansiedad generalizada.
Otras razones de las pesadillas
Cuerpo y mente están muy relacionados. Una enfermedad física o los síntomas puede afectar nuestra salud emocional y viceversa. En el caso de la fiebre, el cuerpo atraviesa un estado intenso y desagradable, y dependiendo de su nivel puede provocar sueños raros o pesadillas. Lo mismo sucede con el consumo de alcohol, que genera desbalances químicos en el cerebro y puede influir en los sueños, agrega Argueta.
Incluso, los cambios hormonales —como los que ocurren durante el embarazo— pueden provocar pesadillas.
Las pesadillas tambén pueden estar relacionadas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y otras condiciones. En el TOC, por ejemplo, la persona piensa una y otra vez en lo mismo. Si no logra resolverlo antes de dormir, eso genera tensión y se traduce en sueños desagradables.
Las pesadillas pueden perturbarnos mucho porque las sentimos muy reales. Esto tiene una base física: a nivel cerebral se activa la estructura encargada de las sensaciones de miedo y ansiedad, especialmente cuando hemos experimentado tensiones o temores fuertes.
¿Cuándo buscar ayuda por las pesadillas?
Es importante que cada persona sea consciente de que algo está interfiriendo con su calidad de vida. A veces lo notamos al inicio, pero solemos buscar ayuda cuando ya limita nuestro día a día, dice Argueta.
“Es necesario buscar apoyo cuando sentimos que nos afecta mucho: si tenemos muchas pesadillas y no descansamos bien, si nuestra vida diaria se ve alterada o si la calidad de nuestro sueño baja notablemente. Hay personas que recuerdan sus pesadillas y otras que no, aunque sí sienten el impacto emocional. Todavía no hay estudios concluyentes sobre el origen exacto en cada persona, pero lo importante es atenderlo cuando afecta el bienestar”, expresa la psicóloga Argueta.
Si ocurre con frecuencia —por ejemplo, dos veces por semana o cada quincena—, aunque no sea un caso grave como un estrés postraumático, puede ser señal de estrés constante o inestabilidad emocional.
Las pesadillas son mucho más que simples sueños desagradables. Pueden reflejar preocupaciones profundas, estrés acumulado o experiencias que la mente intenta procesar mientras dormimos.
Salud y Familia
Qué significa sufrir pesadillas por la noche, según la psicología
Las pesadillas son mucho más que simples sueños desagradables. Pueden reflejar preocupaciones profundas, estrés acumulado o experiencias que la mente intenta procesar mientras dormimos.

Escuchar lo que el sueño nos quiere decir puede ayudarnos a entendernos mejor y a resolver conflictos internos que ni siquiera sabíamos que teníamos. (Foto Prensa Libre: Freepik)
Dalia Susana Argueta, psicóloga, agrega que las pesadillas son sueños que se sienten con más intensidad y muy cercanos a la realidad. «Podríamos decir que son sueños muy vívidos», aclara.
La característica principal es que no son agradables: no generan emociones positivas ni sensaciones buenas en el cuerpo. Por el contrario, perturban, inquietan o frustran a quien las vive. Siempre van asociadas a emociones desagradables como tristeza, miedo y, en algunos casos, enojo. También pueden generar ansiedad. A diferencia de otros sueños, pueden llegar a ser tan perturbadoras que despiertan a la persona en pleno ciclo de sueño.
Por su parte, la psicóloga Daniela Ortiz también agrega que son sueños que tienen entrelazados ciertos temores y tensiones. Muchas veces reflejan situaciones no resueltas.
Por ejemplo, en niños pequeños puede aparecer el temor a que se mueran sus papás; entonces sueñan que los secuestraron o que les pasó algo. En esas edades es común este tipo de pesadillas.
Ya cuando somos más grandes, suelen estar relacionadas con situaciones no resueltas de nuestra vida cotidiana o con temores que tenemos. En personas con ansiedad, por ejemplo, pueden aparecer terrores nocturnos o parálisis del sueño: sienten que no pueden levantarse.
También están los sueños recurrentes, que pueden relacionarse con una pérdida o con el miedo a que nos pase algo. Todo eso forma parte de la vida, pero cuando se repite demasiado, hay que prestar atención.
¿Qué hacer después de una pesadilla?
Argueta dice que después de sufrir una pesadilla algo que puede ayudar es reconectar nuestros sentidos con la realidad, especialmente a través del tacto. Por ejemplo, mojarse las manos con agua fría.
En el caso de los niños, es común que reaccionen gritando, levantándose o buscando a mamá o papá. Ahí, un abrazo o el contacto físico es fundamental. También sirve que escuchen palabras de calma o música tranquila.
Algunas personas necesitan tomar agua o encender las luces para ver otra escena. Después de una pesadilla intensa, dormir de inmediato puede ser difícil, así que ayuda relajarse antes de volver a acostarse.
Las recomendaciones de antes siguen vigentes: tomar un vaso de leche tibia o un té de manzanilla antes de dormir ayuda a relajarse.
Lo más importante es aprender a diferenciar los espacios: lo que es del trabajo, que se quede en el trabajo; lo que es de casa, que se quede en casa. Y si hay un conflicto con la pareja o con alguien cercano, lo mejor es hablarlo antes de dormir, para no irse a la cama con tensión o miedo.
Esto disminuye la posibilidad de que aparezcan pesadillas, porque nuestro cerebro estará más tranquilo. No hay nada mejor que dormir en paz y con la conciencia tranquila, sabiendo que hicimos lo posible por resolver las situaciones del día.

¿Cuándo es un problema?
Ortiz refiere que existe un problema cuando se vuelve recurrente la pesadilla y empieza a afectar el descanso y el bienestar.
«Por ejemplo, si estoy preocupada por lo económico o por algo que puede pasar en el futuro, y esa preocupación se refleja en sueños que me despiertan agitada varias veces, y luego no puedo volver a dormir, ahí ya es un signo de alerta», explica.
Si se suman varios síntomas —como taquicardia, pesadillas frecuentes, pensamientos constantes sobre un mismo problema o temor—, ya es momento de consultar a un profesional.
No es lo mismo tener una pesadilla aislada cada seis meses que tenerlas de forma recurrente. Muchas veces estos sueños se enlazan con lo que vivimos en el día a día, aunque no siempre lo notemos.
Para Argueta es necesario prestar atención a la higiene del sueño. Asegura que actualmente descuidamos mucho nuestros ciclos de sueño. «Puedo dormir diez horas, pero si la calidad del sueño es mala, mi ciclo circadiano se ve afectado. Esto puede aumentar la probabilidad de tener pesadillas», comenta.
También es importante diferenciar entre niños y adultos. Los niños, por su etapa de desarrollo, tienen una gran capacidad imaginativa. Algunos pueden separar lo que ven en la televisión de la realidad, pero otros no. Si ven algo que les asusta, pueden llevar esa experiencia al sueño y transformarla en una pesadilla.
En la adultez es distinto: ya entendemos que lo que vemos en el cine es ficticio, a menos que vivamos una situación muy cercana a la realidad que nos impacte emocionalmente.
Pesadillas por estrés postraumático
Pasar por un evento impactante como robos, violaciones, abusos físicos, un accidente grave o un desastre natural podría provocar estrés postraumático. Este proceso hace la persona sienta temor extremo después del evento en el que generalmente no se puede poner resistencia porque la vida corre peligro.
Argueta refiere que las pesadillas son un factor a considerar en el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático. Se habla de una sintomatología ligada a un episodio traumático.
Cada persona se expresa de manera distinta, pero si las pesadillas son muy frecuentes —por ejemplo, dos veces por semana—, es una señal de alerta. No es lo mismo que tener una pesadilla una vez al mes.
También se relacionan con un estado de salud emocional o mental inestable. Pueden ser resultado de estrés constante, de un evento emocional muy frustrante o incluso de un trastorno de ansiedad generalizada.
Otras razones de las pesadillas
Cuerpo y mente están muy relacionados. Una enfermedad física o los síntomas puede afectar nuestra salud emocional y viceversa. En el caso de la fiebre, el cuerpo atraviesa un estado intenso y desagradable, y dependiendo de su nivel puede provocar sueños raros o pesadillas. Lo mismo sucede con el consumo de alcohol, que genera desbalances químicos en el cerebro y puede influir en los sueños, agrega Argueta.
Incluso, los cambios hormonales —como los que ocurren durante el embarazo— pueden provocar pesadillas.
Las pesadillas tambén pueden estar relacionadas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y otras condiciones. En el TOC, por ejemplo, la persona piensa una y otra vez en lo mismo. Si no logra resolverlo antes de dormir, eso genera tensión y se traduce en sueños desagradables.
Las pesadillas pueden perturbarnos mucho porque las sentimos muy reales. Esto tiene una base física: a nivel cerebral se activa la estructura encargada de las sensaciones de miedo y ansiedad, especialmente cuando hemos experimentado tensiones o temores fuertes.
¿Cuándo buscar ayuda por las pesadillas?
Es importante que cada persona sea consciente de que algo está interfiriendo con su calidad de vida. A veces lo notamos al inicio, pero solemos buscar ayuda cuando ya limita nuestro día a día, dice Argueta.
«Es necesario buscar apoyo cuando sentimos que nos afecta mucho: si tenemos muchas pesadillas y no descansamos bien, si nuestra vida diaria se ve alterada o si la calidad de nuestro sueño baja notablemente. Hay personas que recuerdan sus pesadillas y otras que no, aunque sí sienten el impacto emocional. Todavía no hay estudios concluyentes sobre el origen exacto en cada persona, pero lo importante es atenderlo cuando afecta el bienestar», expresa la psicóloga Argueta.
Si ocurre con frecuencia —por ejemplo, dos veces por semana o cada quincena—, aunque no sea un caso grave como un estrés postraumático, puede ser señal de estrés constante o inestabilidad emocional.
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