Marine Le Pen, líder del ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN), fue condenada el lunes por la mañana a cuatro años de cárcel, dos con brazalete electrónico y cinco de inhabilitación. Todo el debate se centró en la segunda parte de su pena, en la ejecución inmediata a la que la sentenció la presidenta del tribunal, comprometiendo así su candidatura a las presidenciales de 2027. Como si una condena por haber malversado y desviado 4,1 millones de euros de fondos europeos no fuera relevante para las aspiraciones de una potencial jefa de Estado.
La reacción virulenta y antisistema de la líder ultraderechista francesa a su condena de inhabilitación, que este domingo sacará a la calle a miles de personas para protestar, liquida la estrategia de “normalización” de los últimos años para convertirse en un partido respetable
Marine Le Pen, líder del ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN), fue condenada el lunes por la mañana a cuatro años de cárcel, dos con brazalete electrónico y cinco de inhabilitación. Todo el debate se centró en la segunda parte de su pena, en la ejecución inmediata a la que la sentenció la presidenta del tribunal, comprometiendo así su candidatura a las presidenciales de 2027. Como si una condena por haber malversado y desviado 4,1 millones de euros de fondos europeos no fuera relevante para las aspiraciones de una potencial jefa de Estado.
Los hechos probados en primera instancia son que Le Pen y el RN, según la sentencia, malversaron un dinero procedente de fondos públicos europeos, teóricamente destinados a pagar asistentes de los eurodiputados. Los 4,1 millones, sin embargo, sirvieron para remunerar 12 empleos ficticios del círculo cercano de Le Pen con pagas extra o bonus. Figuras como la mejor amiga de Le Pen, excuñada y asistente personal, Catherine Griset; Yann Le Pen, hermana de Marine ymadre de Marion Maréchal; Micheline Bruna, secretaria particular de Jean-Marie Le Pen, padre de Marine; Gérald Gérin, exconsejero regional en Provenza-Alpes-Costa Azul y asistente personal de Jean-Marie Le Pen: también Thierry Légier, guardaespaldas de dirigentes del antiguo Frente Nacional. No hubo enriquecimiento personal, como defiende el RN. Sí privilegio de los más próximos con dinero público.
La inhabilitación, con ejecución inmediata, detonó una bomba política en Francia. La rabia, la frustración y el resentimiento histórico hacia un sistema judicial y parlamentario que arrinconaron a un partido de origen antisemita salieron a flote. En 24 horas, Marine Le Pen, que en enero enterró a su padre, Jean-Marie, y al pasado antisemita y totalitario que arrastraba desde que fundó el viejo Frente Nacional, liquidó de un plumazo la estrategia de varios años para convencer a los franceses de que el RN es hoy un partido normal, democrático, fiable y que respeta las instituciones. Fueron algo más de 24 horas de furia que devolvieron a Le Pen a la casilla de salida.
Lunes. 12.07. El desplante. Francia sigue a través del televisor el desenlace del caso. La presidenta del tribunal correccional de París, Bénédicte de Perthuis, comienza a leer las motivaciones de la sentencia. Marine Le Pen, aspirante tres veces a presidir la República francesa y favorita a lograrlo en 2027, tuerce el gesto. Luego escucha algo al oído de su abogado que no le gusta, agarra el bolso y se marcha dando un portazo de la sala del tribunal que la ha juzgado durante nueve semanas. No piensa escuchar su condena. En ese momento, ya sabe que será pesada y no dará el placer a la juez de verle la cara mientras la lee. La famosa normalización del partido no pasa por aceptar decisiones que no le favorecen. “Uno tiene 24 horas para maldecir a sus jueces”, confesará a sus próximos unas horas después, inspirándose en una cita de Beaumarchais en El barbero de Sevilla.
Lunes. 12.40. Los aliados. En los momentos de dificultad, uno espera ver a sus verdaderos amigos. Aunque, dependiendo de quienes sean, puede preferir esas muestras de afecto en privado. El oscuro cielo de la política internacional se ilumina de golpe formando una constelación de apoyos a Le Pen. El húngaro Viktor Orbán es el primero a las 12.40, “Je suis Marine”, postea en X. Le seguirán el magnate estadounidense Elon Musk, el Kremlin y el ultraderechista italiano Matteo Salvini. Es la comparsa política del RN. Da igual si Le Pen ha intentado desvincularse de los desmanes del presidente de EE UU, Donald Trump ―horas más tarde él escribiría “Libertad para Marine”― o borrar de su historial la promiscuidad y admiración por el líder ruso, Vladímir Putin. Estos son sus apoyos reales en las primeras horas de la condena.

Lunes. 12.50. La estrategia. Le Pen se encierra en su sede. Recibe a sus lugartenientes. Muchos, como el vicepresidente del partido y alcalde de Perpiñán, Louis Aliot, también condenado, sí habían esperado la lectura de la sentencia. La consigna a esa hora ya es atacar al sistema judicial e invocar la teoría del complot. “Ya no estamos en un Estado de derecho”, lanza Aliot.
La contención del RN en los últimos tiempos, su estrategia de moderación, empieza a resquebrajarse ya. Jean-Yves Camus, politólogo: “El problema es que para ganar unas elecciones deben atraer a los votantes de derecha, incluidos los electores de Los Republicanos, que podrían ser más sensibles a cuestiones de responsabilidad y respeto por la justicia y las instituciones. Ellos podrían ver esto como una muestra de la inexperiencia de Le Pen, ya que estamos hablando de la presidencia, no de un puesto de primer ministro”.
Lunes. 20.00. A las barricadas en ‘prime time’. Le Pen entiende temprano que debe cabalgar la onda expansiva de la sentencia. Habrá manifestaciones, argumentarios. Pero ella misma saldrá a las ocho de la tarde en el principal telediario para dar su versión. La entrevista con el periodista es dura. La refriega sube de tono. Pero logra colocar sus mensajes. “Es una decisión política”. “Los jueces han puesto en marcha prácticas que se creían propias de regímenes autoritarios”. Al final, Le Pen termina diciéndole al periodista que la presidenta del tribunal “obedece a una consigna, a una orden, a un clima”.
Acaba de colocar a Bénédicte de Perthuis, jueza de 63 años, de profunda experiencia en asuntos de corrupción económica, en la diana de sus seguidores más radicales. Horas más tarde se reforzará la seguridad de los tres magistrados que participaron en la redacción de la sentencia.
Martes. 10.00. La calle. El presidente del RN y posible sucesor, Jordan Bardella, anuncia movilizaciones. “La indignación se organiza”, suele decir Philippe Olivier, eurodiputado y cuñado de Le Pen. “¡Indignaos!”, pide consecuentemente Bardella a sus seguidores. La consigna: salvemos la democracia. Un plan impreso en los pasquines junto a la llama, el logotipo del partido que remite a un símbolo compartido con el Movimiento Social Italiano (MSI), el movimiento posfascista fundado por Giorgio Almirante. Los herederos de Mussolini. La calle, a la que el RN había renunciado por los salones parisinos, donde aumentó su promiscuidad con el poder, vuelve a ser una herramienta. Quizá también un bumerán.
Pascal Perrineau, politólogo, ensayista y autor de libros sobre el viejo Frente Nacional, como su reciente Le Goût de la politique, recuerda que el RN sigue siendo la primera fuerza política en las encuestas. “Pero como vimos en el segundo turno de las elecciones legislativas, permanece la duda sobre su capacidad de gobernar. Y la reacción de indignación de Le Pen, de denuncia, de señalamiento… no contribuye a mejorar la imagen de moderación, respetabilidad que debería adquirir el partido”. Perrineau subraya que desde hace años el RN intenta dulcificar su imagen, de hacerse más respetable. “Y lo que ha pasado en las últimas horas no ayuda. Se vuelve a atrás, a una fuerza política satisfecha con la protesta: denunciando, vituperando, gritando que no hay democracia… Y la imagen de respetabilidad, que todavía construían, queda dañada. Este asunto judicial detiene ese proceso de normalización”.

Martes. 12.00. Reunión con las tropas. Le Pen decide seguir a la carga. Se reúne con el grupo parlamentario en la Asamblea Nacional. Puertas abiertas a las cámaras de televisión para su discurso inicial. Una soflama. “El sistema ha lanzado la bomba nuclear y lo ha hecho porque estamos a punto de ganar las elecciones”, proclama.
Le Pen abraza de nuevo la lucha antisistema. Nada nuevo bajo el sol del populismo global. Pero, ¿puede tener un precio este cambio de rumbo cuando es la norma en lugares como EE UU? Vincent Jarousseau, fotoperiodista y documentalista, acaba de publicar Dans les âmes et les urnes, (Les Arènes), un apasionante retrato de los votantes del RN. “Trump forma parte del paisaje político estadounidense desde hace unos 12 años, y ha tenido siempre la misma estrategia. Su actual presidencia no es igual que la anterior, pero la estrategia sí: la brutalización de la vida política.
El caso de Le Pen es distinto, asumió la estrategia de la desdiabolización, incluso antes de liderar el partido. Lo hizo ya cuando su padre era muy mayor. Es la estrategia de la corbata, y eso va contra ese estilo”, señala. “Lo que me llega, y coincide con los sondeos, es que los franceses mayoritariamente no aceptan hoy que los cargos públicos se beneficien de un régimen de favor en materia de derecho. Francia es un país todavía ligado a la igualdad de derecho, y eso es algo distinto a los países anglosajones, donde prima el principio de equidad por encima del de igualdad”.
Martes. 15.00. Parlamento. Gritos y confrontación en la Asamblea Nacional. El RN logra introducir el debate sobre la condena de su líder en el Parlamento. Intervienen el ministro de Justicia, Gérald Darmanin, también el primer ministro, François Bayrou. Este último, salpicado por un caso muy parecido, hace equilibrismos para no comprometer su imagen y, al mismo tiempo, no cabrear en exceso a Le Pen, de quien depende su puesto (una moción del RN apoyada por parte de la izquierda le tumbaría). Bayrou acepta debatir y estudiar la modificación de la Ley Sapin 2, aprobada en 2016, y por la cual ha sido posible inhabilitar provisionalmente a Le Pen. A esa hora, el RN ha recogido ya cientos de miles de firmas en apoyo a su líder. El domingo, una gran concentración en el centro de París gritará contra la decisión de la justicia.
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