¿Has leído la Constitución?

Civitas

¿Has leído la Constitución?

Leer la Constitución no debería ser una rareza, sino un acto básico de responsabilidad cívica.


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Hace unas semanas publiqué esta pregunta en mis redes sociales. La respuesta fue reveladora, aunque no del todo sorprendente. Más de la mitad de las personas que participaron respondieron que nunca la habían leído. Y entre quienes dijeron que sí, la gran mayoría compartía una característica en común: eran abogados. Esta situación me hizo reflexionar sobre ciertas cuestiones: ¿será que solo los que han estudiado Derecho leen la Constitución al derecho y al revés? ¿será que los que estudian carreras relacionadas con temas políticos la han leído completa? ¿será que quienes no la han leído tienen interés en conocer su contenido?

En mi caso, por el afán que tengo de entender cómo funcionan las cosas, especialmente el Estado, debo admitir que pertenezco a ese grupo de personas que, por amor al arte, disfruta leer la Constitución. ¿Qué puedo decir? A veces prefiero este tipo de lectura antes que muchas de las novelas de ficción. Sin embargo, por el ámbito en el que trabajo, muchos podrían suponer que leerla es una obligación. No obstante, no lo es, y es justamente por esta razón que decidí leerla.

A pesar de su importancia, la mayoría de las personas solo la conoce a través de referencias indirectas y muchas veces distorsionadas. Incluso dentro del ámbito de la Ciencia Política y las Relaciones Internacionales he notado que muchos la han leído por partes, enfocándose en artículos que les interesan según el tema que estudian, pero rara vez la han leído de manera completa. (Y menciono esto porque es una pregunta frecuente que hago a estudiantes de estas carreras en el país, aunque, claro, no puedo hablar por todos).

¿Has leído la Constitución? Si la respuesta es no, te invito a hacerlo.

Pero, más allá de lo personal o lo profesional, si la Constitución es este texto supremo que define nuestro sistema político y nuestras libertades y derechos, leerla no debería ser un acto reservado para especialistas, sino una responsabilidad de toda la ciudadanía. Ante esta idea, me surge otra pregunta: ¿por qué no apostamos por la educación cívica y la enseñamos con más profundidad en las escuelas y universidades? Países como Estados Unidos han promovido iniciativas como la plataforma The Interactive Constitution del National Constitution Center, para que los ciudadanos puedan conocer su Constitución desde edades tempranas. En Guatemala, en cambio, la educación cívica ha sido relegada a un segundo plano, y el desconocimiento de nuestro marco constitucional es evidente.

Esta falta de formación tiene consecuencias graves: una población que desconoce sus derechos, autoridades que interpretan la ley a su conveniencia e instituciones debilitadas al borde del colapso. Esto hace que nuestra vida en sociedad se sienta como una novela de ficción, porque cuando hablamos de cómo debería funcionar el Estado, según lo establece la Constitución, la realidad parece completamente otra. Seguir la ley es la excepción, mientras que pasar por encima de ella se ha vuelto la verdadera norma. Esto no significa que la Constitución carezca de valor, pero sí demuestra que su fortaleza depende de que los ciudadanos la conozcamos, la defendamos y exijamos su cumplimiento.

Leer la Constitución no debería ser una rareza, sino un acto básico de responsabilidad cívica. Por eso vuelvo a hacer la pregunta: ¿has leído la Constitución? Si la respuesta es no, te invito a hacerlo. No es necesario ser abogado ni experto en política; basta con tener un poco de curiosidad para conocer las reglas que moldean nuestra sociedad, porque solo así podremos exigir que se cumplan.

 Leer la Constitución no debería ser una rareza, sino un acto básico de responsabilidad cívica.  

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¿Has leído la Constitución?

Leer la Constitución no debería ser una rareza, sino un acto básico de responsabilidad cívica.

Hace unas semanas publiqué esta pregunta en mis redes sociales. La respuesta fue reveladora, aunque no del todo sorprendente. Más de la mitad de las personas que participaron respondieron que nunca la habían leído. Y entre quienes dijeron que sí, la gran mayoría compartía una característica en común: eran abogados. Esta situación me hizo reflexionar sobre ciertas cuestiones: ¿será que solo los que han estudiado Derecho leen la Constitución al derecho y al revés? ¿será que los que estudian carreras relacionadas con temas políticos la han leído completa? ¿será que quienes no la han leído tienen interés en conocer su contenido?

En mi caso, por el afán que tengo de entender cómo funcionan las cosas, especialmente el Estado, debo admitir que pertenezco a ese grupo de personas que, por amor al arte, disfruta leer la Constitución. ¿Qué puedo decir? A veces prefiero este tipo de lectura antes que muchas de las novelas de ficción. Sin embargo, por el ámbito en el que trabajo, muchos podrían suponer que leerla es una obligación. No obstante, no lo es, y es justamente por esta razón que decidí leerla.

A pesar de su importancia, la mayoría de las personas solo la conoce a través de referencias indirectas y muchas veces distorsionadas. Incluso dentro del ámbito de la Ciencia Política y las Relaciones Internacionales he notado que muchos la han leído por partes, enfocándose en artículos que les interesan según el tema que estudian, pero rara vez la han leído de manera completa. (Y menciono esto porque es una pregunta frecuente que hago a estudiantes de estas carreras en el país, aunque, claro, no puedo hablar por todos).

¿Has leído la Constitución? Si la respuesta es no, te invito a hacerlo.

Pero, más allá de lo personal o lo profesional, si la Constitución es este texto supremo que define nuestro sistema político y nuestras libertades y derechos, leerla no debería ser un acto reservado para especialistas, sino una responsabilidad de toda la ciudadanía. Ante esta idea, me surge otra pregunta: ¿por qué no apostamos por la educación cívica y la enseñamos con más profundidad en las escuelas y universidades? Países como Estados Unidos han promovido iniciativas como la plataforma The Interactive Constitution del National Constitution Center, para que los ciudadanos puedan conocer su Constitución desde edades tempranas. En Guatemala, en cambio, la educación cívica ha sido relegada a un segundo plano, y el desconocimiento de nuestro marco constitucional es evidente.

Esta falta de formación tiene consecuencias graves: una población que desconoce sus derechos, autoridades que interpretan la ley a su conveniencia e instituciones debilitadas al borde del colapso. Esto hace que nuestra vida en sociedad se sienta como una novela de ficción, porque cuando hablamos de cómo debería funcionar el Estado, según lo establece la Constitución, la realidad parece completamente otra. Seguir la ley es la excepción, mientras que pasar por encima de ella se ha vuelto la verdadera norma. Esto no significa que la Constitución carezca de valor, pero sí demuestra que su fortaleza depende de que los ciudadanos la conozcamos, la defendamos y exijamos su cumplimiento.

Leer la Constitución no debería ser una rareza, sino un acto básico de responsabilidad cívica. Por eso vuelvo a hacer la pregunta: ¿has leído la Constitución? Si la respuesta es no, te invito a hacerlo. No es necesario ser abogado ni experto en política; basta con tener un poco de curiosidad para conocer las reglas que moldean nuestra sociedad, porque solo así podremos exigir que se cumplan.

ESCRITO POR:
Paulina Briz
Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de Navarra y Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Salamanca. Actualmente es Coordinadora de Comunicación en el Movimiento Cívico Nacional y analista de diferentes programas en televisión.

ARCHIVADO EN:

 Prensa Libre | Guatemala

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