Dos Boaz, dos Arévalos. No se rinda al país
Deseo al Arévalo de hoy la prestancia del de ayer.

Foto:
Fue ahí, en la fila de una gasolinera, precisamente en el pueblo que lleva ese nombre —Boaz—, en Alabama, donde pensé por primera vez, hace mucho tiempo, algo que no escapó de mi mente: EE. UU., nunca, ni que se lo propusieran, podrían ya sacar a los migrantes hispanos de su territorio. Había seis bombas de gasolina en el lugar y de los ocho clientes presentes, seis éramos hispanos. Fue entonces cuando conecté lo que veía con otra experiencia que tuve pocos minutos antes. En la fila de Walmart, de igual forma, nos topamos una mayoría de paisanos. Yo viví una cierta epifanía. Pero ellos, los ya locales, no se veían para nada sorprendidos. Eso es —qué ratos— lo normal allá. No es para menos. En las cercanías hay más de media docena de granjas avícolas, una industria que emplea a 86 mil en ese estado, y cuyo porcentaje laboral latino asciende a 50 (según el National Center for Farmworker Health). Según el censo, en ese condado, el 17.5% es hispano. Pero quien conoce sabe que los indocumentados están subregistrados. Y esto no es una excepción. Cientos de pueblos son similares en los 50 estados. Por eso, aunque algunos dicen que ese país ya no subsiste sin los migrantes hispanos, yo me atrevo a decir que, con 65 millones de habitantes, los hispanos ya son ese país.
La visita del secretario de Estado Rubio se da en un clima intencionado de intimidación de la Casa Blanca contra mucho y contra muchos. Pero la primera ola de terror fue contra los hispanos. Digo hispanos y no migrantes porque no se miran redadas contra indocumentados de otras etnias, aunque los hay en abundancia. Con razón, las familias en esa vulnerabilidad están aterrorizadas de las redadas que, aunque numerosas, parecen más cortina de humo comunicacional. Los países expulsores han recibido el mensaje y sus gobiernos pueden caer en la misma intimidación.
La migración es una cuestión de números. Sin nosotros, a ellos también les costará subsistir.
Si Trump es un comunicador excepcional, nosotros lo estamos experimentando. En enero de 2024 entraron 53 vuelos con más de 6 mil deportados. Pero al pensar en migrantes ahora, nadie piensa más que en los recientes 3 o 4 aviones militares. El miedo de que echen a los nuestros, de que terminen las remesas y que el país caiga en caos existe. Pero es indispensable distinguir cuánto de esto es factible y cuánto es puramente intimidatorio, un petate de muerto, para asustar. Algo que hace recordar la estrategia engañosa de los aviones sobrevolando nuestra ciudad, en 1954.
Frente a la cumbre próxima, tenemos un canciller más que preparado, como hace mucho no teníamos, con el más alto grado de profesionalismo. Y tenemos también en presidencia a un representante de quilates. Parte de ese quilataje es puramente heredado. Su padre, entre tanto grato recuerdo, dejó un ejemplo de soberanía en una era cuando la intimidación era posiblemente aún mayor. En sus memorias, recuerdo haber leído hace mucho cuando llegó a despedirse el embajador del norte saliente, Boaz W. Long. Intentando amedrentarlo, puso en entredicho la amistad de nuestro país con el suyo, con el ánimo de comprometerlo. La respuesta del gran presidente fue que “Guatemala seguirá siempre al lado de EE. UU., pero de pie, no de rodillas”. Su mandato transcurrió y ahora es recordado como un verdadero grande. La Cancillería se ha manejado con excepcional prudencia en el peligroso mar actual. Pero Rubio viene armado con garrote para buscar algo que les interesa más allá; algo geopolítico, y para ello utilizará la migración. No pretendo aquí dar consejos, pero deseo al Arévalo de hoy la prestancia del de ayer. Que recuerde a los dos Boaz y a tanta industria que hace ratos depende del hispano. La migración es una cuestión de números. Sin nosotros, a ellos también les costará subsistir.
Deseo al Arévalo de hoy la prestancia del de ayer.
Dos Boaz, dos Arévalos. No se rinda al país
Deseo al Arévalo de hoy la prestancia del de ayer.

Fue ahí, en la fila de una gasolinera, precisamente en el pueblo que lleva ese nombre —Boaz—, en Alabama, donde pensé por primera vez, hace mucho tiempo, algo que no escapó de mi mente: EE. UU., nunca, ni que se lo propusieran, podrían ya sacar a los migrantes hispanos de su territorio. Había seis bombas de gasolina en el lugar y de los ocho clientes presentes, seis éramos hispanos. Fue entonces cuando conecté lo que veía con otra experiencia que tuve pocos minutos antes. En la fila de Walmart, de igual forma, nos topamos una mayoría de paisanos. Yo viví una cierta epifanía. Pero ellos, los ya locales, no se veían para nada sorprendidos. Eso es —qué ratos— lo normal allá. No es para menos. En las cercanías hay más de media docena de granjas avícolas, una industria que emplea a 86 mil en ese estado, y cuyo porcentaje laboral latino asciende a 50 (según el National Center for Farmworker Health). Según el censo, en ese condado, el 17.5% es hispano. Pero quien conoce sabe que los indocumentados están subregistrados. Y esto no es una excepción. Cientos de pueblos son similares en los 50 estados. Por eso, aunque algunos dicen que ese país ya no subsiste sin los migrantes hispanos, yo me atrevo a decir que, con 65 millones de habitantes, los hispanos ya son ese país.
La visita del secretario de Estado Rubio se da en un clima intencionado de intimidación de la Casa Blanca contra mucho y contra muchos. Pero la primera ola de terror fue contra los hispanos. Digo hispanos y no migrantes porque no se miran redadas contra indocumentados de otras etnias, aunque los hay en abundancia. Con razón, las familias en esa vulnerabilidad están aterrorizadas de las redadas que, aunque numerosas, parecen más cortina de humo comunicacional. Los países expulsores han recibido el mensaje y sus gobiernos pueden caer en la misma intimidación.
La migración es una cuestión de números. Sin nosotros, a ellos también les costará subsistir.
Si Trump es un comunicador excepcional, nosotros lo estamos experimentando. En enero de 2024 entraron 53 vuelos con más de 6 mil deportados. Pero al pensar en migrantes ahora, nadie piensa más que en los recientes 3 o 4 aviones militares. El miedo de que echen a los nuestros, de que terminen las remesas y que el país caiga en caos existe. Pero es indispensable distinguir cuánto de esto es factible y cuánto es puramente intimidatorio, un petate de muerto, para asustar. Algo que hace recordar la estrategia engañosa de los aviones sobrevolando nuestra ciudad, en 1954.
Frente a la cumbre próxima, tenemos un canciller más que preparado, como hace mucho no teníamos, con el más alto grado de profesionalismo. Y tenemos también en presidencia a un representante de quilates. Parte de ese quilataje es puramente heredado. Su padre, entre tanto grato recuerdo, dejó un ejemplo de soberanía en una era cuando la intimidación era posiblemente aún mayor. En sus memorias, recuerdo haber leído hace mucho cuando llegó a despedirse el embajador del norte saliente, Boaz W. Long. Intentando amedrentarlo, puso en entredicho la amistad de nuestro país con el suyo, con el ánimo de comprometerlo. La respuesta del gran presidente fue que “Guatemala seguirá siempre al lado de EE. UU., pero de pie, no de rodillas”. Su mandato transcurrió y ahora es recordado como un verdadero grande. La Cancillería se ha manejado con excepcional prudencia en el peligroso mar actual. Pero Rubio viene armado con garrote para buscar algo que les interesa más allá; algo geopolítico, y para ello utilizará la migración. No pretendo aquí dar consejos, pero deseo al Arévalo de hoy la prestancia del de ayer. Que recuerde a los dos Boaz y a tanta industria que hace ratos depende del hispano. La migración es una cuestión de números. Sin nosotros, a ellos también les costará subsistir.
ARCHIVADO EN:
Prensa Libre | Guatemala